Coronavirus: Quedarte en casa es un privilegio de clase

27 Marzo 2020

¿Cómo responden un llamado a permanecer en su casa aquellos que si no trabajan el día no ganan dinero para comer? ¿Cómo se responde a este llamado si algunos ni siquiera tienen casa? 

Marcela V. Rodríguez >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

La pandemia la pasamos con los nuestros. Ahora que no tenemos compromisos laborales (algunos) ni, siquiera, sociales (para algunos otros), quedémonos en nuestra casa, para disfrutar de ella, para reencontrarnos con la familia, convivir con nuestros hermanos, con nuestros hijos y seres queridos... #quedemonosencasa.

Pero ¿cómo responden un llamado a permanecer en su casa aquellos que si no trabajan el día no ganan dinero para comer? ¿Cómo se responde a este llamado si algunos ni siquiera tienen casa? o algunos otros parafraseando a la metodología del CENSO la tienen y es una pieza y la llaman vivienda.

La trabajadora social María Victoria Cano decía hace pocos días en El Ciudadano que el slogan “quédate en casa”, enarbolado por un amplio espectro político y militado por famosos en redes sociales, no es igual para todos los sectores sociales. 

Y claro que la frase “quédate en casa” no es igual para todos. Porque el quédate en casa nos muestra la importancia de una casa, un hogar, una vivienda sobre todo cuando supones pasar 15 días, un mes o más confinándonos a las cuatro paredes de 40 metros, de 100 metros y porque no, en el mejor de los casos, en más.

Desde que empezó esto, muchos personajes públicos han aprovechado su popularidad para hacer el llamado de permanecer en sus casas para evitar el riesgo de contagio, pero otros han mostrado en sus redes sociales como están pasando la cuarentena en mansiones luminosas, con piscinas, yacusi, jardines, canchas y gimnasios o quizás de algunos menos privilegiados, pero privilegiados igual, haciendo teletrabajo, acompañamiento educacional o simplemente mirando Netflix, jugando videojuegos, tomándote una cerveza o leyendo un libro.

Realidad “privilegiada” de unos pocos porque no todos pueden quedarse en casa, porque no todos tienen “casa”, porque no todos tienen para pasarla y bien “en casa”, o porque otros simplemente si la tienen, tienen que mantener la “casa” o no pueden estar en su “casa”.

Según el Censo 2017 en chile la población total era de 17.574.003 y había un total de 6.499.355 viviendas. En cada vivienda había más de un hogar lo que hacía un total de 5.651.637 hogares con un número aproximado de 3 o 4 personas por cada uno de ellos.

Según la CASEN 2017, tomando en cuenta los ingresos económicos, existen 1.528.284 personas que subsisten bajo una precaria situación de los cuales un 6,3% de la población se encuentra en situación de pobreza no extrema y un 2,3 por ciento en pobreza extrema lo que equivale a que 412.839 personas que no pueden satisfacer varias de sus necesidades básicas para vivir incluida “la casa”.

Desde la pobreza multidimensional, esa pobreza que va más allá de la falta de ingresos para la satisfacción de necesidades. Una pobreza que como personas sufren carencias en dimensiones como educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda y nivel de vida en general, los datos indican que esta llegó a un 20,7% correspondiente a 3.530.889 personas y que la dimensión de Vivienda y Entorno con un 28,7% es la segunda que más contribuye a esta pobreza.

Al analizar esta dimensión es posible inferir que en Chile el 21% (1.270483) de los hogares arrienda, que en un 15% (867.355) la vivienda es cedida y con un 2,7% (155.884) corresponde a otro tipo como usufructo, ocupación y poseedor irregular.

Del total de hogares con hacinamiento el 4,7%, (272.236) es medio, un 1,2 (66.876) es alto y con 0,7% (38.460) es crítico. Las razones de los hogares en esa situación señalan en un 30% que comparten una vivienda porque los ingresos no le permiten mantener una de manera independiente o porque con un 15% la razón es el cuidado ya sea de menores, enfermos, personas mayores o con discapacidad y en el tercer lugar con un 13,9% para generar ahorro.

Un ahorro que seguramente no podrá ser para obtener el sueño de la casa propia porque en Chile se está viviendo una gran crisis habitacional que tiene a miles de chilenos sin poder obtener subsidios habitacionales, y a una “clase media” que no puede acceder a los subsidios solidarios por no estar dentro del 40% más vulnerable y tampoco poder obtener créditos hipotecarios por no tener sueldos acordes al mercado que se exigen para ser beneficiados por las entidades bancarias.

Por otra parte, se suma el alza del valor de los arriendos debido a la fuerte demanda, donde nos encontramos con piezas y “departamentitos interiores” que pueden llegar a costar más de 200 mil pesos.

Con esta realidad hace sentido los resultados del último catastro realizado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) “Catastro Nacional de Campamentos 2018”, en donde el sondeo identificó que el alto costo del arriendo es el principal motivo de muchas familias más desfavorables para vivir en un campamento.

Según el estudio se pasó de 657 campamentos en 2011 a 802 en 2019. Es decir, que en lo que a las familias (hogares) se refiere, se pasó de 27.387 en 2011 a 47.050 mil en 2019 y donde el 55% tiene una jefa de hogar.

La situación desatada por la pandemia por el peligro de que se expanda rápidamente el coronavirus, deja expuestos a determinados sectores sociales más que otros sobre todo cuando las principales políticas para prevenir el colapso de un sistema de salud son el llamado al “distanciamiento social” y “quedarse en casa”.

El llamado aparece como una broma perversa en las casas de trabajadores/as precarios que no sólo no pueden prescindir del trabajo diario, sino que también conviven en espacios reducidos con múltiples personas.

Esta cuarentena nos está haciendo dar cuenta que las clases sociales existen, pero no solo eso, que importan. Porque en estos tiempos de pandemia no es lo mismo pasarla en mansiones de lujo con enormes jardines que en pequeños espacios donde apenas entra la luz.

Romantizar la cuarentena es un privilegio de clase porque mientras en los barrios populares donde la cuarentena es una condena social de hacinamiento y hambre, en los más acomodados en la cuarentena están los turistas de segundas casas.

En tiempos de la pandemia toma relevancia la frase francesa “si los pobres no tienen pan... que coman pasteles”.